El viaje del té, de China a Japón.

A principios del siglo VIII d.C. en Japón el emperador Shomu sirvió té a cien monjes budistas en su palacio. Puesto que entonces no se cultivaba té en Japón, las hojas procesadas debían de provenir de China. Se cree que las primeras semillas para cultivo las llevó un monje que estuvo estudiando en China durante dos años a finales del siglo VII y que a su vuelta las plantó en las tierras del monasterio.

Más tarde se sirvió una infusión elaborada con té de las primeras plantaciones al emperador, a quien, al parecer, le gustó tanto que ordenó que se cultivase té en las provincias cercanas a la capital.

Entre finales del siglo IX y el siglo XI, las relaciones entre China y Japón no fueron buenas, con lo que el té dejó de ser apreciado y consumido en la Corte por tratarse de un producto chino. No obstante, los monjes budistas japoneses continuaron bebiendo té para mantenerse despiertos y concentrarse durante los periodos de meditación. Durante el siglo XII, la situación entre las dos naciones mejoró y un monje japonés de visita a China trajo consigo más semillas de té y la nueva costumbre china de beber té verde en polvo.

El consumo de té y el budismo fueron evolucionando de manera paralela y, mientras los rituales asociados con el té en China desaparecieron, los japoneses desarrollaron una ceremonia compleja y única. Todavía hoy en día la ceremonia japonesa del té, Cha-no-yu  implica un modelo definido de comportamiento diseñado para crear un silencioso interludio durante el cual el anfitrión y los huéspedes tratan de revitalizarse espiritualmente y alcanzarla un estado de armonía.

La ceremonia del té

La ceremonia del té capta todos los elementos esenciales de la belleza artística y de la filosofía japonesa y combina cuatro ideas básicas: la armonía con las personas y la naturaleza), el respeto (por los demás), la pureza (de corazón y de espíritu) y la tranquilidad. Tal como escribió Okakura Kakuzo  en su “Libro del té “el té es más que una idealización de la manera de beber: es una religión del arte de vivir”. La ceremonia, que puede durar hasta cuatro horas, se suele celebrar en una habitación especial destinada a tal efecto, o en lo que se conoce como una casa de .